Libros que inquietan

Colihue es una de las editoriales nacionales más importantes, que cuenta con una historia de aportes a la cultura argentina desde un diverso abanico de publicaciones. A pocos días de las elecciones en las entidades del sector, Cámara Argentina del Libro y Fundación el Libro, dialogamos con Aurelio Narvaja sobre los años de Colihue, la situación del sector, y sus proyecciones.

HISTORIA Y PRESENTE

   ¿Cómo se iniciaron en la actividad editorial?
– Colihue tiene su origen en que, con otro amigo, con otro compañero, bajo el Proceso, sobreviviendo de la forma en que podíamos, decidimos fundar una editorial como medio de vida y como forma de difundir las ideas en las que creíamos. Éramos militantes políticos y empezamos a trabajar ligados al mundo editorial. Habíamos egresado de la Facultad de Filosofía y Letras (yo como psicólogo) y nuestras compañeras también participaban tanto del grupo político como de la condición de estudiantes o egresados de la facultad de calle Independencia. Empezamos a hacer libros para terceros, corregir, haciendo trabajos propios de la edición, y en algún momento surgió la idea de empezar a publicar libros. Elegimos el nombre Colihue y antes de la salida del primer título, los amigos que integraban el proyecto, Mario Marcelo Isola y su compañera y entrañable amiga Ana María Kumec de Isola, fueron secuestrados y desaparecidos. Nuestros hijos que llevan sus nombres nos los recuerdan a diario. En esos libros hubo desde siempre una intención política, social, argentina, digamos, que se expresaba aún bajo el proceso de la forma que se podía. Publicamos las conversaciones con Oscar Alende, José María Rosa, el Padre Castelani, con Frigerio, con Taccone, etc.  Vengo además de una familia de docentes; mi madre fue una docente muy destacada. Cuando chicos vivimos en una escuela, como caseros, en una condición que por la época se daba a algunos docentes en la provincia. Mi suegra, Herminia Petruzzi, fué también una docente muy importante; con ella hicimos la Colección Leer y Crear (la más conocida de la editorial durante mucho tiempo). Esto para decirte que la política y las ideas orientadas a la esperanza de un país mejor y la educación como una herramienta indispensable para ello (fuí maestro de 7º grado de escuela pública, con 17 años y seguí durante la juventud siéndolo), son las dos grandes vertientes que explican lo que editamos durante estos más de treinta años.
En el año 84 empezamos, o reiniciamos una enorme tradición argentina de publicación de libros infantiles, interrumpida por el Proceso, con las colecciones Del Pajarito Remendado y Libros del malabarista. Durante esos años yo trabajaba y tenía otros ingresos que aportaba al proyecto editorial. Incluso la casa que tenía la vendí para comprarle la parte a un socio de la época. Trabajé en ámbitos diversos, fui responsable de comercialización de una empresa fruti hortícola del Alto Valle y que producía también papa en Balcarce y el norte, representante de una empresa de transporte de Entre Ríos en Buenos Aires. Esas dos vertientes que en mí representan a mis padres, la política, el pensamiento el, y mi madre la educación, también estaban presentes en mi mujer, Marcela, que integra la editorial desde siempre; en su madre que ya te mencioné y en su padre periodista destacado, secretario de redacción de La Opinión entre otros medios. Esas dos “almas” conviven sin conflicto en la editorial. Como decimos, no somos una editorial ideológica, somos una editorial con ideas. También con ideas respecto de la educación. Hemos editado muchos libros, 1500 títulos, y te diría que no me arrepiento de ninguno, todos los libros los editamos convencidos de que iban a servir para algo. No somos una editorial extremadamente rentable, pero hemos podido vivir de esto, que terminó siendo nuestra profesión. Y bueno, me parece que hemos hecho algunos aportes a los lectores argentinos, como intermediarios de muchos autores; tenemos el orgullo de que una gran parte de nuestro catálogo esté formado por obras de autores que publicaron su primer título en Colihue. Y un 95% son autores argentinos.

   Viendo el perfil de los títulos,  ¿tienen  algún criterio político, cultural de publicación?
– Nosotros en alguna fórmula publicitaria decimos de Colihue, Libros que inquietan. El asunto es siempre llevar una inquietud. En todos los libros, del tipo que sean. Hemos hecho por ejemplo, libros de divulgación. Con la Colección Sin careta, de divulgación científica, de nivel, hecha por científicos argentinos, también lo intentamos. Siempre los libros tienen que tener algún aporte, moverle un poco el piso al lector. Nos gusta que el libro le plantee alguna dificultad al lector, sea un libro dibujado, sin palabras, para chicos que aún no leen letras ni palabras, pero pueden comprender situaciones, hasta un libro de filosofía, de acuerdo al lector. No somos neutrales, no perdemos de vista el apoyo a las mejores causas de la humanidad. Yo soy socialista y reivindico la defensa de nuestra nación y de la nación latinoamericana, con todos sus pueblos, incluido los pueblos originarios. Pero un libro para Colihue no se sostiene solo desde las buenas ideas, tiene que lograr conmover al lector, tanto si estamos divulgando, como si estamos difundiendo filosofía política o un título de narrativa dibujada para infantes no alfabetizados o para lectores adultos.

   ¿Cuando empezaron?
– Empezamos en medio de la dictadura, primero con el sello de Librería Hachette, editorial estatal francesa, por entonces. En  la tapa aparecían ellos, nosotros teníamos “cola de paja”y por las dudas, no sacábamos la cabeza. Y después en el 81, 82, sobre finales de la dictadura, ahí comenzamos a aparecer, como Colihue-Hachette primero y como Colihue directamente, luego. Hachette era una editorial perteneciente al estado francés, que presidía por entonces Giscard d’Estaing, y los militares acá estaban muy cuestionados por la desaparición de las monjas francesas. Tenían por eso una cierta indemnidad los franceses.

   En la democracia, ¿cómo fueron estos treinta años?
– Padecimos todas. Yo podría decir que más que  un editor, soy un sobreviviente. Primero porque lo fui políticamente, y casi por azar.  Y luego, sobre todo por la parte económica. Pasamos por todas: varias hiperinflaciones, recesiones, convocatorias y quiebras en el sector, hasta que finalmente en el 2001 se cayó la estantería,  la venta de un año a otro se derrumbó un 62%. Esto es, luego de vender durante cinco años 100, pasamos a vender 38. Todo eso dió lugar a enormes juicios, casi llegamos a la convocatoria, a deberle al personal varios meses. Nos aguantaron y salimos. Terminamos arreglando, pagando, reconociendo deudas, intereses, también a los proveedores. En esa ocasión solamente algunos autores, a mi juicio, no se portaron bien. Aprovecharon la volada para pasarse a otro lado. Todo está en el olvido. En ese momento tuvimos como cincuenta pedidos de quiebra, pero levantamos todos sin ninguna argucia, sin ninguna víctima, les pagamos a todos. El único secreto, teníamos todo en libros. Apenas el país empezó a funcionar luego de la debacle, y en forma firme y evidente con Néstor Kirchner, empezamos a remontar, como remontamos todos. Nosotros nos acordamos de eso, hay algunos que se olvidan. Como empresario PYME he hecho todas las labores del mundo editorial. Con la crisis, completé algunos rubros que me faltaban… Lo único que no hice fué dibujar.

   Los últimos años ¿cómo resultaron?
– Obviamente la situación mejoró, pero una PYME es una PYME. Nosotros hemos tenido también la ventaja de las compras estatales como muchas empresas, cada una en proporción al fondo que tiene, y eso suma mucho. Sin eso estaríamos en una situación complicada, y con eso estamos en una moderadamente holgada. No pretendemos estar mejor que el resto del país. Creo que el país mejoró y nosotros mejoramos con el.

   En la actualidad, ¿como se encuentran?
– Hoy la editorial tiene un fondo muy importante. Podemos por un lado, llenar un catálogo de 48 páginas de libros infantiles y juveniles, muy diversificado (y siempre nos faltan páginas) con una gran cantidad y diversidad de colecciones y autores. Más de sesenta son las colecciones para esas edades, que toman todos los géneros: la literatura infantil, ilustrada o no, con textos o sin textos, con las coleccione tradicionales de la editorial o con las más recientes como Mascaritas (teatro para chicos), Colihue Leyendas y Colihue Joven, cuyos nombres lo dicen todo. Las colecciones juveniles como La Movida, las obras de Alicia Barberis que publicamos en varias colecciones. La historieta para jóvenes y para chicos, los libros de Tabaré. Tenemos algunas colecciones que están hechas para el aula, y otras que se usan en el aula, o no. Sí, esperamos se “usen” mucho en las librerías, que la gente las compre por gusto. Ligado a eso editamos una serie de libros de didáctica y pedagogía. Próximo a estos están los libros de la colección Colihue Universidad, que tiene materiales de todos los saberes de la universidad, (derecho, lingüística, antropología, filosofía, sociología, etc.)y las colecciones de cine, de teatro, y de poesía, que son un importante en la editorial. La de teatro dirigida por Jorge Dubatti, la de cine dirigida por Ana Amado, la de poesía, Musarisca, dirigida antes por Jorge Boccanera y actualmente por Daniel Freidemberg, en la que publicamos a grandes poetas como Marechal, Idea Vilariño y Roberto Fernández Retamar, entre otros. Después están los libros de historia y política. El nombre emblemático ahí es Galasso. Luego los libros de filosofía política y de pensamiento argentino y latinoamericano , con Horacio González, entre otros grandes pensadores como José Lezama Lima. También la colección ENEDË, de Narrativa Dibujada, que reúne a lo mejor de la historieta argentina clásica, desde Oesterheld, Osky y Breccia, hasta El Tomi y Sanyú. En Historietas Fuera de Serie, rescatamos la obra de creadores más recientes como Alcatena, De Santis o Birmajer.
Después hay un sector de libros especiales, por fuera de las colecciones. Algunos, donde tratamos de cobrarle la cuenta que nos debían (a los argentinos)) los diarios Clarín y La Nación y toda la prensa canalla bajo el proceso. Es el caso de Decíamos ayer, de Blaustein y Zuvieta. Otros libros que también queremos mucho, escritos por un equipo que encabezan Carlos Ulanovsky y Susana Pelayes, son los referidos a Radio Nacional y Radio Belgrano. HUMOR el libro que refleja la actividad de esa gran revista hecha bajo y contra la dictadura, edición al cuidado de su director histórico Andrés Cascioli integra junto a los Seres Mitológicos Argentinos, de nuestro amigo Adolfo Colom,bres, este conjunto multicolor. También la Bilioteca Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde, que se inició con De la Banca Baring al FMI, y continuó con el El Estado Terrorista Argentino, de E. L. Duhalde, que es la edición definitiva del libro que fundó la teoría de los Derechos Humanos en Argentina, la forma de abordarlos, los principales argumentos con que se llevó adelante esa lucha. Tenemos una cantidad de títulos que abordan el tema de la comunicación como Obras maestras del error, de J.J. Panno. Libros de política general, algunos como El Diario de Pombo, compañero del Ché en Bolivia, todo Galasso, las Obras completas de John Williams Cooke, que estamos terminando ahora. Estaba ya terminada en realidad, pero tenemos ahora un tomo de inéditos, cuyo curador es Carlos Laforgue, compañero, segundo de Cooke. Tenemos Iglesia y Dictadura, de Mignone. El Tratado General de Ajedrez en cuatro tomos de Grau. Las polémicas de Jauretche, también. Yo a veces miro todo esto y digo “estuvimos un poco exagerados”. Ahora, si bien tenemos 1500, hay muchos libros de 16 páginas, aunque muchos también son de más de 1000. Todo editado con nuestro propio esfuerzo, y sin tener que arrepentirnos de ninguno. Y de todas maneras, pensamos que tenemos que sostener esto como un negocio editorial. No cumplimos el rol de la editorial de una entidad política o estatal, que hace libros con el sentido de la institución que la sostiene, o libros subsidiados. El perfil que tenemos, la forma que hemos encontrado de ser una editorial argentina, es que los originales nos convenzan, que pensemos que van a servir, libros que inquieten. Pero debemos vivir de editarlos y comercializarlos de la mejor manera. Por eso a veces tenemos que decir que no.

SITUACIÓN Y PERSPECTIVAS DEL SECTOR,
DE SUS INSTITUCIONES, CAL Y FEL Y DE COLIHUE

   ¿Cómo vieron la actividad editorial en los últimos años?
– Previamente y antes de hablarte de nuestra actividad quisiera referirme a la situación difícil que atraviesan las librerías, que la condiciona. Creo que esto debe hacerse conciencia en los editores, que debemos librar una gran batalla en su defensa. Varios son los motivos: el aumento de los alquileres y la imposibilidad de competir con rubros con mayores márgenes de rentabilidad como los electrodomésticos o la ropa; también la suba importante de los salarios reales y el blanqueo del personal empleado, ambas políticas benéficas y que apoyamos pero que a nivel de los pequeños negocios de librería restringen un margen acotado ya. Por último el aumento de la venta directa de las editoriales y de otros negocios a través de internet. Creo que al Estado le está faltando una política de apoyo puntual a las librerías, que podría ser por la vía de eximirlos hasta una cantidad de personal, de las cargas sociales, que corran por cuenta del Estado, actualizar el valor del IVA que se pueda recuperar de los alquileres y un apoyo directo a la modernización digital en todos los órdenes. Muchas de esas cosas las está trabajando la CAL con los libreros.
A nivel de las editoriales, hay dos procesos simultáneos. Uno de explosión de editoriales. En la Cámara del Libro hubo un cambio de hegemonía en el año 2.000, en elección muy reñida. Había estado en manos, sin conflicto, de las grandes editoriales argentinas durante muchos años. Hasta que en la década del 90 esas grandes editoriales argentinas vendieron. En ese momento quedaron los nombres ilustres, pero la propiedad en cabeza de multinacionales, sin demonizarlas. Tenían y tienen otros intereses, otro abordaje del negocio, otra necesidad de Cámara, diferente de lo que teníamos nosotros como empresarios nacionales. Otra necesidad de políticas que protegieran y subsidiaran la exportación de libros, porque las multinacionales lo hacen con las filiales de cada país. En ese momento, al año siguiente al del cambio de mando, de sentido de la cámara, 2001 cerró con poco más de 100 asociados que cotizaban en la CAL. Había algunos más, pero morosos y hoy hay más de 500. Esto llevó a una pulverización de la oferta, y a aumentar el peso relativo de los grandes grupos.   Porque el mercado no creció en la misma medida. Con todo esto, no nos enojamos, pero no podemos ignorarlo. Son procesos que suceden, mundiales frente a los cuales tan mal no estamos. Hemos sobrevivido. Eso da tensiones y también da alternativas de políticas diferentes. Desde hace dos años estoy designado como consejero titular en representación de la CAL en la Fundación El Libro (FEL), que entre otras cosas organiza la Feria del Libro, también la Feria Infantil y Juvenil, hecha este año en El Dorrego y Tecnópolis, simultáneamente y además participa y apoya Ferias del interior. Hace además -y debiera hacer mucho más- campañas de promoción del libro y la lectura. En esa Fundación convivimos todos los que tenemos algo que ver con el libro. La CAL (Cámara Argentina del Libro, de los editores pequeños y medianos nacionales) y la Cámara Argentina de Publicaciones (CAP), de las grandes editoriales, de origen multinacional, pero no solo. También la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), la Federación Argentina de Librerías, Papelerías y Afines (FALPA), la Federación Argentina  de Industria Gráfica (FAIGA) , y la el Sector libros de la Cámara Española de Comercio, heredera de los viejos importadores de libros.
Ahí hay un grado de tensión, que expresa intereses divergentes en ocasiones, pero no antagónicos. Tenemos un interés común en promocionar el libro y la lectura, pero con modos diversos, que dependen de lo que  cada uno somos. Y eso lo estamos llevando con cierta moderación, que implica que uno no haga todo lo que hubiera querido y que como dije, no está exento de tensiones. Hoy estamos en uno de esos momentos de tensión, porque se está eligiendo la nueva dirección por dos años y ahí el candidato de la Cámara para presidir la FEL es Martín Gremmelspacher, de Bonum, con una excelente gestión como vicepresidente acompañando a Gustavo Canevaro. Ahí hay un pico de tensión, que algunos pícaros intentan trasladar a la CAL, debilitando la posición de la CAL en la FEL. Y por ahí intentando marcarle la cancha a una dirección de la CAL (en la que no participo, pero a la que apoyo desde siempre). La conducción encabezada por Isaac Rubinzal, Martín Gremmelspacher, y María Teresa Carbano, entre otra gente destacada, ha llevado adelante una gran gestión al frente de la institución. Esto también ha movido, y generado tensiones. Durante estos años, por virtud de la CAL, de su dirección,  que llevó adelante la lucha y por el gobierno que se hizo eco del reclamo, porque esto además integraba el ser mismo de su política, se facilitó la presencia de pequeñas y medianas editoriales en las compras públicas, se llevaron adelante los trámites o se ayudó a las empresas a hacerlos, se hizo el seguimiento de las entregas, la logística, la cobranza. Por toda esa tarea virtuosa de la CAL, una gran cantidad de editoriales argentinas se han beneficiado de las compras del Estado. Esto también se juega en la elección del martes 23/9. La CAL ha sostenido con esta conducción políticas con el correo argentino que proveen -y proveerán más, a futuro-, beneficios para las pequeñas y medianas empresas editoras: está llevando adelante una gran pelea por el Exporta Fácil, para hacer posible una metodología de exportación de libros que a través del Correo se haría con un costo mínimo, con la participación de la CAL, certificando el origen y el destino de la mercadería. La CAL tomaría la responsabilidad de certificar eso, y también que el comprador es de libros, y no un invento, porque en estas cosas siempre está el fantasma de alguna operación non sancta. Para eso, la CAL va a poner su estructura; ha defendido también el acuerdo de tarifas que lleva ya muchos años y está comenzando una negociación que permita reducir drásticamente el costo logístico dentro del país, lo que ya se logró en las compras estatales. Políticas similares desarrolla con OCA, correo privado. También ha defendido la política de compras comunitarias de papel, con rebajas en los costos muy significativas y encabeza la defensa frente a los abusos en la venta de papel producto de una oferta oligopólica. Está peleando también en la Secretaría de industria un programa de apoyo a las librerías.

Se trata de una conducción con una tarea muy destacada, como hacía muchos años no veíamos. A eso se lo intenta dañar. Por eso les digo a los colegas que apoyemos como consejeros a aquellos que se comprometan a consolidar esas políticas, acompañando la gestión de quienes están hoy.
La CAL apoyó que se restringiera la importación de libros producidos industrialmente  en el exterior, porque pensamos que tenemos una política común con los gráficos. No hay industria editorial poderosa sin una industria gráfica fuerte en el país. Se hizo esto, pero no para que después se practicara el deporte favorito de los malos empresarios argentinos, subir los precios cuando tienen el mercado protegido. Eso se vigiló. La CAL fue a reclamarles a los papeleros, por el valor y la calidad del papel, porque el argentino es el mas caro y peor del mundo. Se les demostró frente a los funcionarios de Comercio de la Nación, que el mismo papel tenía precio un 25% más caro en dólares respecto de Brasil, por ejemplo. Se logró que todas las exportaciones de libros tengan un reintegro hacia los editores, por los kilos que esos libros suponen, de alrededor de un 20 a un 25%. A la hora de negociar las compraventas comunitarias para las grandes compras del estado, se les demostró a los papeleros que el precio que pretendían cobrarnos excedía en por lo menos un 30% el que aplican a las exportaciones de papel. Se los obligó a rebajar los precios. La CAL hizo un acuerdo con Comercio de balancear entre importación y exportación de libros, que se ha cumplido con dificultades (por los problemas con las divisas) del que participan decenas de empresas. Que ya lleva tres años de aplicación con el arbitraje y la gestión virtuosa de nuestra cámara. Y ahora, nuevamente la CAL va a denunciar los aumentos desmedidos del precio del papel, que desde junio del año pasado hasta ahora suman aproximadamente un 70, 80%. Producen el papel con pulpa nacional, con salarios nacionales, con  dólares solo para una parte muy pequeña de sus costos (no más del 10 o 15%). No hay nada que lo justifique.
La que intenté sintetiza hasta aquí es una política, que impulsa la actual conducción de nuestra cámara. Algunos están en contra por cuestiones de poder, y otros por interés. No falta tampoco el resentimiento. Cada uno sabrá por qué lo hace y de quién o de quiénes se hace vocero.

   En relación al Estado, ¿cómo intervino estos años?
– Ha tenido una enorme política de compra de libros. Este Estado repartió más libros en diez años que todos los gobiernos argentinos anteriores desde Mariano Moreno para acá. Compraron más libros, con mayor diversidad de títulos, autores y editoriales y los han repartido en las escuelas de todos los rincones del país. El otro día fuimos a un acto en el Ministerio de Educación, donde celebramos que el Estado invierte 70 millones en dotar de una colección de 80 de los mejores libros de poesía (de Paul Celan a Juan Gelman, pasando por los haikus japoneses, Neruda y el poeta popular Carlino), de la más variada selección de autores, títulos y editoriales y la reparte en 12.000 colegios secundarios y Centros de Formación Profesional Docente.
Uno también puede decir cosas, señalarlas, porque los editores que le vendemos al estado, somos quienes editamos un determinado tipo de libros. Compran literatura infantil y juvenil, textos, pedagogía y en general libros posibles de utilizarse en todos los niveles de la educación. Nosotros tenemos mucho de estos géneros. No los hicimos para el Ministerio, se trata de colecciones que tienen diez, quince años, veinte años. Pero hay editoriales que no editan eso.
La política para el sector editorial ha sido esta, muy virtuosa en este punto, pero deja afuera a todos los que no son productores de libros de los tipos mencionados y deja afuera a los libreros. Entonces, una política integral debería incluir ayudarnos en la lucha despareja con los productores de papel, que abusan de la situación dominante, y nos imponen precios monopólicos, por ejemplo. En tanto  Pymes, pienso que nos hemos beneficiado de algunas políticas. La mejor fué el aumento del poder adquisitivo de la población. Cuando asumió el gobierno en el 2003 estábamos todos al borde de la quiebra y hoy estamos como estamos. Permitir la reinversión de utilidades sería posiblemente una de las grandes políticas ausentes que cambiarían el rumbo del sector. Habíamos tenido con el gobierno un desencuentro por Tecnópolis, pero llegamos a un acuerdo beneficioso para todos este año, que fue hacer la Feria del Libro Infantil y Juvenil simultaneamente en Tecnópolis y El Dorrego, con lo cual no dividimos la Feria del Dorrego, multiplicamos la FLIJ. Y la verdad es que deseamos hacer simultáneamente otra Feria más en el Sur, más cerca de La Plata, para facilitar el acceso a la población de esa parte del Gran Buenos Aires. El Estado se portó muy bien, nos dio un lugar maravilloso como Tecnópolis con todas las facilidades, sin costo. El gobierno de la Ciudad también hizo lo propio respecto del Dorrego.
Si, tengo que marcar una deuda pendiente: creo que la Presidenta nos debe una visita  a la Feria. Vendrá a un lugar donde la mayoría valora las políticas públicas del gobierno nacional y eventualmente podremos solicitarle alguna medida; ella jamás ha tenido problemas con eso. Claro que te exponés a su inteligencia. Néstor vino, pero no a la inauguración. Nunca ocuparon ese lugar inaugural que sí ocuparon otros presidentes y sería un dolor que termine su mandato sin hacerlo.

   ¿Qué perspectiva general evalúa que tendrá el sector?
– En el país llegó a haber cerca de 2000 librerías, ahora quedan unas 1000, de las cuales 600, 700 son específicamente de libros. Nosotros, partiendo de esa trama apuntamos a una política de informatización, digitalización de catálogos, software de gestión, transmisión electrónica de datos, etc. Dentro de esta política, la CAL, junto a la Secretaría de Cultura, con Rodolfo Hamawi, Director Nacional de Industrias Culturales, impulsan la Plataforma digital para el libro argentino, para poner a disposición los libros electrónicos que se vayan produciendo, para hacer un muestrario de toda la edición argentina (en papel y digita) y para que el negocio de los libros electrónicos –aunque pequeño por ahora- no le sea sustraído a las librerías. Que los puedan bajar y comercializarl a partir de esta plataforma digital. Hace dos años que se trabaja en esto, y ya se está en proceso de ejecución.
La edición en Argentina es diferente a la de otros lugares del mundo. Las grandes multinacionales ocupan un lugar destacado ciertamente, pero la existencia de esta trama de editoriales nacionales es invencible, se va a sostener. Pero además ha hecho que esas multinacionales sean mejores en nuestro país que en cualquier otro. Hacemos la mejor Feria del mundo para público, también porque existe esa trama de editoriales argentinas. Y parte de las discusiones que tenemos en la FEL se deben a este matiz. Esto no implica para nada plantearnos una Feria sin los grandes grupos. Con ellos, pero tratando de hacer una feria más justa con los editores más chicos, con más oportunidades, con más autores, y con más público. Ese es el pequeño matiz de diferencia que tenemos en cuanto a la Feria, que estamos discutiendo y seguramente llegaremos a un acuerdo.

   Para Colihue en particular ¿qué proyectan hacia adelante?
– Nosotros hemos editado casi todos los géneros. Alguna vez me dijeron que Colihue es una editorial aluvional, y la verdad me gustó. Viene del cerro, trae peñascos diversos, tiene también la vieja marca del aluvión zoológico (como fue designado despectivamente el pueblo identificado con el primer peronismo).
Lo único que no habíamos hecho era lanzarnos a la narrativa para adultos, el género que más ventas provoca, donde compiten los gigantes. Este año iniciamos una colección con A veinte años luz, de Elsa Osorio, que va a continuar y va a llegar a la Feria con algunos títulos más. También editamos en otra colección Besar a la muerta, la primer novela de Horacio Gonzalez y comenzaremos el año próximo con la segunda, ambientada en la Argentina del proceso.
Por estos días estamos publicando la Autobiografía de Evo Morales Ayma, el caudillo boliviano tan querido en nuestro país y al mes siguiente saldrá otro libro muy importante, la Correspondencia de Calfucurá, compilada por Omar Lobos, que ayudará a comprender mejor nuestro siglo XIX. En ColihueClásica, que va camino de ser la más importante colección de clásicos en español, traducidos de su lengua original y comentados y anotados por grandes profesores del país, de América Latina y España, publicaremos el Teatro completo de Alfred Jarry, el Teatro completo de Pushkin, Moby Dick en nueva traducción de Rolando Costa Picazo y la Correspondencia de la Guerra del Paraguay, de Alberdi, edición al cuidado de la prof. Lucila Pagliai. La última e inédita novela de Miguel Cantilo y Las  letras de rock (que incluye amén del estudio una gran antología, estarán también en librerías los próximos meses. También estamos lanzando otros títulos infantiles, algunos en las colecciones tradicionales  como Cuentos para sonreir y pensar de Enrique Banchs y otros como novedades en todo sentido. Tal el caso de El buscador Silvestre, de Chanti, donde los saberes ecológicos se sacan chispas con el ingenio. Para la Feria estamos sacando un título que es un orgullo para la editorial, El idiota de la familia, una de las pocas obras de Sartre que no se editó en español. Es larga, tiene tres tomos, está en proceso de edición desde hace cinco años. La traductora es Patricia Wilson y la introducción es de Eduardo Grüner. Es un homenaje a Sartre, a los que fueron sartreanos en su práctica, en su compromiso intelectual, como León Rozitchner, Nicolás Casullo, y también será un gusto personal poder leerla en español. Son muchos más los títulos que publicaremos en los próximos seis meses, pero no quiero cansarte.

   En relación al libro electrónico, ¿cómo lo trabaja Colihue?
– Estamos preparando los primeros diez, preparados como un regalo para gente muy querida que tiene obra en la editorial. Galasso, González, Rinesi, De Santis, Maritano, Villafañe, Colombres, Montes, etc. Algunos de los libros emblemáticos de ellos saldrán a fin de año, y los presentaremos en la Feria. El libro electrónico todavía no es un gran negocio en la Argentina. El único lugar donde sí lo es, es Estados Unidos, en el resto del mundo oscila en un porcentaje muy bajo (2% promedio). Igual pienso que mucho del futuro está ahí, que debemos prepararnos; vamos consultando a los autores para producir sus libros en formato digital, formamos a parte del personal para poder hacerlos. Ahora participamos de una iniciativa del Estado y de la CAL, que es la Plataforma Digital del Libro Argentino, porque creemos que ese negocio tiene que quedar acá, no tiene que salir de las librerías, para no quitarles ventas, y porque el librero sigue siendo quien está mejor preparado para intermediar entre los libros y sus lectores. Imaginamos un sistema que posibilite bajar los libros en las librerías, o que estas los envíen, pero que el sistema sea a través de las librerías.

   ¿No lo ve como un riesgo para la edición?
– No, para nada. Nosotros hicimos un Congreso en el año 2000, donde vinieron una serie de gurúes que nos aterrorizaron. Todos nos veíamos trabajando en el taxi a corto plazo, por la crisis económica y porque pronosticaban una caída del libro en papelabrupta e inmediata. Nada de eso sucedió. Como dice Umberto Eco, la cuchara, la rueda y el libro son formas insuperables. Insuperablemente humanas, forjadas a lo largo de la historia del hombre. No desconozco las posibilidades del libro electrónico, pero algo del ser humano resiste en la preferencia por el libro de papel. Hasta la generación de mis nietas, lo aseguro como abuelo, siguen y seguirán interesadas en el libro impreso. La más chiquita de cerca de dos años los devora en sentido literal y la grande de cinco ya los lee. No sé qué va a suceder con las generaciones venideras.

Algo más quisiera decir para cerrar. Para mí hay muchos milagros argentinos y que nosotros, pese a ser un sector modesto en la economía nacional, aunque importante desde lo cultural, nos mantengamos e incluso crezcamos dando pelea, es uno de ellos. Y ya dentro del sector, uno de sus milagros es la existencia misma de Vender+Libros. Los acompaño desde el primer número, tuve el honor de ser amigo de Jorge Bisbini, el fundador, con su compañera. Vender+Libros fue constituyente del sector editorial argentino, sin Vender+Libros no seríamos los mismos.

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